En ocasiones, aunque tengamos muy claro que es necesario acometer un cambio en nuestra vida, no nos decidimos a emprenderlo . Puede haber circunstancias objetivas que lo hagan muy difícil, o que lo desaconsejen en un momento dado, pero muchas veces el obstáculo para cambiar nos lo ponemos nosotros mismos.

No podemos elegir no cambiar, porque el cambio y la transformación permanente son ley de vida. Pero lo cierto es que sí podemos resistirnos al cambio, e, incluso, tratar inútilmente de que no se produzca. Nuestra mente, que es amante de la comodidad, inventa justificaciones para que no gastemos energía en dar pasos que nos muevan de donde estamos. Así nos llenamos de creencias tóxicas que actúan como candados emocionales e intelectuales para mantener la puerta cerrada a nuevos rumbos. Si las hacemos caso, se estrechará nuestro margen de actuación y restaremos posibilidades a la expresión genuina de nuestra individualidad.

Se trata de creencias muy sutiles que, a fuerza de repetirlas tenazmente, se instalan en nuestra conciencia casi sin darnos cuenta, y acaban teniendo un efecto disuasorio frente a los cambios. No obstante, existen muchos antídotos contra ese resultado tan adverso y podemos inocularlos poco a poco para producir en nosotros una reacción terapéutica.

Te proponemos que hagas un chequeo para detectar si tienes esas creencias y que experimentes con sus antídotos. Verás cómo con el tiempo puedes descubrir tú otros más adecuados para ti.

Uno. » No puedo».

Te falta confianza en ti mismo, y dudas de tus posibilidades. Entonces…

Dos. «No sé».

Eres consciente de que necesitas un cambio, pero estás aturdido y solo ves una maraña  de posibilidades a la que no encuentras sentido.

Tres. «Ahora no».

Te parece que no es este el momento, que más tarde se darán las condiciones adecuadas en las que de verdad sí podrás hacer lo necesario. Crees que es mejor empezar el lunes o a comienzos de año.

Cuatro. «No tengo tiempo».

Estás muy liado en resolver otras muchas cosas, pero ¿realmente son todas tan importantes?

Cinco. «Y después qué?

Te da miedo que, si cambias tu situación actual, en la que de alguna manera has encontrado tu zona de confort, te tengas que enfrentar a lo desconocido. Eso asusta.

Seis. «No vale la pena».

Crees que después de producir un cambio en tu vida, vas a querer producir otro y otro. Y consideras que no merece la pena ese esfuerzo permanente si nunca vas a estar satisfecho.

Siete. «No me hace falta».

Estás convencido de que has llegado al final del camino, y ya no necesitas demostrarte nada a ti mismo ni a los demás.

Ocho. «No soy yo quien tiene que cambiar».

Estás satisfecho contigo mismo. Tienes muy claro que los demás sí que tendrían que dar un giro a su vida, o al menos, cambiar algún hábito que no ven que les perjudica a ellos o a mí.

Nueve. «No sé a dónde ir».

No te satisface ninguno de los escenarios posibles, y te ha invadido el tedio.

Diez. «No lo van a aceptar».

Tiene mucho peso en ti lo que otros opinen; sobre todo los más próximos. Tal vez crees que puedes hacerles daño o provocarles una desilusión si haces algo que no esperan.

Finalmente, acepta el reto: descubre cómo eres; define cómo puedes llegar a ser, y emprende el camino con determinación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *