En la segunda mitad del siglo XX, varios grupos de psicólogos muy heterogéneos constituyeron lo que ellos mismos aceptaron llamar «la tercera fuerza». Con este nombre reclamaban una forma de entender la naturaleza psicológica del ser humano diferente de las dos predominantes hasta el momento: el psicoanálisis y el conductismo.

Expertos como Abraham Maslow, Carl Rogers, Viktor Frankl, Rollo May y otros muchos fueron configurando los cimientos de lo que ahora se conoce como Psicología Humanista. Cada uno de ellos aporta singularidades propias a la evolución de esta tercera vía, pero podría decirse que tienen en común algunas convicciones que resultan muy estimulantes para empezar el año cargados de optimismo.

Muchas investigaciones empíricas y, sobre todo, el éxito generado en el acompañamiento a personas que se encuentran en dificultades y pasan por momentos críticos en su vida, avalan la validez de las siguientes tesis humanistas:

  1. Cada uno de nosotros posee una naturaleza interna de base esencialmente biológica que en parte es privativa suya y, en parte, es común a la especie. Esta afirmación aparentemente neutra y aséptica esconde dos buenas noticias:
    • Por un lado, que todos somos seres únicos que podemos aportar una voz genuina y diferente de la de los demás. Nadie puede sustituir del todo, y mucho menos anular, nuestra manera propia de comprender, de sentir y de actuar; por eso nuestra perspectiva siempre enriquece al conjunto.
    • Por otro, que lo que está al alcance de un ser humano de alguna manera está al alcance de cualquiera; dicho de otra manera: el logro de cualquier persona es un logro para toda la especie. Todos podemos beneficiarnos de ello.
  2. Las emociones básicas y las posibilidades que se desprenden de esta naturaleza son positivamente «buenas». Si conseguimos que afloren y ocupen un lugar preponderante en nuestra vida, creceremos de una manera saludable, enriquecedora y alcanzaremos la autorrealización.
    • De aquí se desprende que la crueldad, el miedo, y todas las tendencias destructivas que ciertamente habitan en el ser humano no son la expresión primaria de lo humano, sino más bien respuestas violentas que se generan al no tener satisfechas nuestras necesidades básicas, emociones y potencialidades.
    • El dolor, la frustración, la precariedad emocional y los sentimientos que enturbian nuestra vida pueden ser superados si logramos encauzar y alimentar nuestros mejores recursos y las fortalezas que residen en nuestro ser más auténtico.
  3. La persona se constituye a sí misma en las relaciones inter-personales. La auto-realización se basa en la inter-relación. Nadie se basta a sí mismo para llegar a desenvolver sus mejores posibilidades.
    • Aunque pensemos que los demás forman parte del escenario de nuestras penurias, en realidad pueden ser nuestros mejores aliados. Mejorar la relación con quienes nos rodean abre la puerta a la alegría y la serenidad que nos produce el hábito de dar y recibir.
    • En momentos de zozobra, cuando parece que todo se hunde, una persona que se aproxima con actitud empática y un corazón abierto es una inestimable tabla de salvación.

Otros muchos pensamientos estimulantes se desprenden de los grandes maestros de la Psicología Humanista. Los señalados aquí se pueden encontrar en las primeras páginas de la obra de Abraham Maslow: El hombre autorrealizado. Hacia una psicología del Ser. Él destacaba que estas ideas son descubrimientos, y no invenciones; se basan más en la investigación que en las creencias. No obstante, a cada uno de nosotros corresponde comprobar si tienen aplicación en nuestra vida diaria y si nos ayudan a la propia autorrealización.

La propuesta de la Psicología Humanista es un SÍ decidido y sin reservas a desarrollar las posibilidades que tenemos como personas, independientemente de las circunstancias que nos rodean.

 

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